Cómo no ser un cenizo

En La búsqueda de la felicidad comparé tres textos escritos por Casanova, Lichtenberg y Darwin acerca de la búsqueda de la felicidad. Reconozco que siento una gran afición por los pensadores que se muestran optimistas y que me aburren los depresivos y cenizos. No voy a negar que yo mismo he sido muy depresivo, pero espero que nunca cenizo.
El cenizo es aquella persona que no sólo sufre (por razones no muy claras), sino que consigue fastidiar a los demás con su sufrimiento o con su manera fatalista de ver la vida.
También abundan los cenizos que se lamentan no sólo de sus males, sino también de los ajenos, y a veces tan sólo de los ajenos.
Personas anti cenizas son Lichtenberg, Chesterton, Darwin, Casanova, Bertrand Russell (que escribió La conquista de la felicidad), Aristipo por supuesto, Demócrito y muchos de los filósofos griegos que pensaban que la acción más razonable para un ser humano consiste en buscar la felicidad. Ahora se suele pensar lo contrario. Recuerdo que el actor Fernando Fernán Gómez decía que buscar la felicidad era una cursilada.
Lo curioso es que muchos de esos pensadores que he mencionado como partidarios de la búsqueda de la felicidad también sufrieron mucho, porque la felicidad no depende por completo de la ausencia de sufrimiento, sino que tiene mucha relación con la manera de considerar la vida. Otro pensador muy optimista era Stefan Zweig, quien, sin embargo, se suicidó en Brasil, cuando pensó que ya nada en el mundo podría detener a los nazis.
Releyendo el librillo que tengo de Lichtenberg, he encontrado varias reflexiones acerca de este asunto, y no puedo resistir citarlas aquí:
“Sin mi convicción íntima no me podrían hacer feliz todo el honor, la dicha y el aplauso del mundo. Y si lo estoy por propia convicción, el juicio del mundo entero no me puede turbar ese placer… Creo que a veces se está mejor en el lecho de enfermo que en la mesa real. Por lo menos yo, estando enfermo en cama en mi pequeña habitación, he tenido momentos que no me avergüenzo de considerar los más felices de mi vida. También tristes, se entiende, pero también tuve momentos igualmente tristes estando bien sano y fuera de la cama”.
Esto que cuenta Lichtenberg me recuerda a lo que se dice en la película After Life de Hirokazu Kore Eda y a lo que dije en mi comentario a la película: muchos de los mejores recuerdos de la vida son momentos muy sencillos.
Otra cita de Lichtenberg:
“Quienes se pasan las horas lamentándose de que no hay nada que merezca la pena en el mundo deberían darse cuenta de que donde no hay nada que merezca la pena es en el interior de sus cabezas. Son ellos quienes tiñen el mundo con el cristal sucio de sus anteojos, sin advertir que no es que no haya ningún sitio al que merezca la pena ir, sino que cualquier lugar es inaccesible para una mente que no puede caminar por sí misma”.
No se puede decir mejor.
Cómo no ser un cenizo
Breve investigación acerca del pesimismo y el optimismo /7
Las cosas están cambiando y ahora resulta que los optimistas están mejor informados que los pesimistas, algo que ya sabíamos quienes nos situábamos más cerca del optimismo que del pesimismo, precisamente porque estábamos mejor informados.
Cualquiera es libre de comentar las historias y consejos de la sabiduría o tradicional, pero es una pena que se conviertan en trivialidades y en verdades dichas con una boca muy abierta por el asombro. En mi opinión, hay que hacer precisamente lo contrario: que esas ideas se hagan más sugerentes, que se unan a otras con las que parecían no tener relación, que mantengan su carácter ambiguo y paradójico.
Recientes investigaciones parecen mostrar un resultado aún más asombroso del efecto placebo: en algunos casos funciona incluso si el paciente sabe que está tomando un placebo, es decir, incluso si sabe que es mentira que el medicamento sea efectivo.

