Cuando el demonio de Sócrates estornuda

Sócrates aseguraba que había un demon que siempre lo acompañaba y que le aconsejaba en las situaciones difíciles. Según Jenofonte, el demon le aconsejaba o aprobaba las decisiones justas que tomaba. Según Platón, sólo se manifestaba para indicarle que desistiera de una decisión equivocada:

«Hay dentro de mí una voz divina (daimónion) que me guía y me advierte lo que no debo hacer».

Cuando decidió aceptar morir tomando una dosis de cicuta, el demonio permaneció silencioso, por lo que Sócrates siguió adelante sin dudarlo .

Pero ¿qué tipo de criatura era ese demon? ¿Creía realmente Sócrates que podía contar con un consejero daimoniaco?

En el entretenido diálogo de Plutarco Sobre el demon de Sócrates, uno de los participantes, Galaxidoro, protesta cuando se menciona a la famosa criatura:

«¡Por Heracles! ¡Que difícil es encontrar un hombre limpio de vanidad y superstición! Por aparentar ser seres superiores o favoritos de los dioses, divinizan sus actos y por delante de lo que viene a sus mentes ponen sueños, visiones y un montón de cosas semejantes».

En opinión de Galaxidoro, esta es una treta que emplean los políticos, pero los filósofos no deberían recurrir a ella.

Entonces alguien recuerda que Terpsión de Megara, amigo de Sócrates, contaba que el famoso demonio era en realidad un estornudo. Si alguien estornudaba a la derecha de Sócrates, entonces eso le impulsaba a la acción, pero si el que estornudaba estaba a su izquierda, entonces detenía su impulso. Además, sus propios estornudos le indicaban si proseguir o detenerse.

A primera vista los estornudos parecen más ridículos que el demon, pero la verdad es que los participantes en el debate acaban ofreciendo interesantes explicaciones, que casi hacen verosímiles los estornudos, como cuando dicen:

«Del mismo modo que en medicina las palpitaciones o las ampollas son males pequeños, pero indican una dolencia no tan insignificante, o que para un timonel el grito de un ave marina o el paso de una tenue nube amarillenta le señalan viento y mar picada, así, para un alma experta en adivinación, un estornudo o un ruido no tienen importancia en sí mismos, pero podrían ser indicio de un suceso más grave ».

Quizá, en efecto, un estornudo podría, no ya ser aviso de un presagio, sino la primera señal de una intuición que nos advierte de que nos estamos equivocando. Se sabe que en un nivel preconsciente nuestro cerebro procesa una cantidad de información descomunal que no llega a nuestra mente consciente, pero una sensación física puede alertarnos de algo que no percibimos con claridad. El neurocientífico Antonio Damasio ha investigado el papel que juegan nuestras emociones en la toma de decisiones y ha identificado algunos marcadores somáticos o pequeñas señales físicas. Ahora bien, esas emociones, como pensaban Platón y Aristóteles, y tal vez el propio Sócrates, pueden ser producto de una reflexión de la que no somos plenamente conscientes. El demon de Sócrates podría ser, en definitiva, algo parecido a lo que llamamos «la voz de la conciencia». Sin embargo, Sócrates y sus compañeros conocían perfectamente ese concepto e insistieron en que se trataba de algún tipo de criatura con existencia propia .

Puede parecer que el demonio impide el libre albedrió de Sócrates, puesto que le indica o le certifica lo correcto de sus acciones, pero, al fin y al cabo, ese demón no es muy diferente de los interlocutores de Sócrates en los diálogos de Platón: expresa su aprobación en silencio y raramente le contradice. Quizá tendría que haberlo hecho en la prisión, porque hay razones para dudar de que aceptar una ley injusta sea una buena decisión, en especial si está en juego la propia vida.

SE OYE, PERO NO SE VE

Es importante señalar que este demon de Sócrates se escuchaba, o quizá se sentía de alguna manera, pero no se veía, pues Sócrates consideraban farsantes a quienes decían ver a este tipo de criaturas:

“Al parecer Terspión no había obtenido respuesta de Sócrates cuando le pregunto una vez sobre estos temas. Por eso no le volvió a preguntar, pero estuvo con el en muchas ocasiones en que califico de impostores a quienes decían haberse comunicado mediante visiones con algún ser divino, mientras que atendía y se informaba con interés de quienes afirmaban haber oído una voz. Por lo cual, se nos ocurrió suponer, mientras nos interrogábamos en particular unos a otros, que el demon de Sócrates nunca había sido una aparición sino la percepción de una voz o la intelección de palabras que se le comunicaban de una forma extraordinaria, como también durante el sueno no se habla realmente, pero creemos oír voces, al recibir impresiones y percepciones de palabras”.


Jenofonte, Memorabilia 1.1.4-5.

Platón, Apología 31c-d, Fedón 60e-61a

Plutarco, Sobre el demon de Sócrates, 578c-579d.

Plutarco, Sobre el demon de Sócrates.


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