Los estoicos, atrapados en su metafísica

Otro vídeo de la presentación en librería Ontanilla de la colección de clásicos de la editorial Rosamerón.
Para el estoicismo las tres cosas estaban unidas, lógica, metafísica y ética. La ética estoica sin la metafísica no se entiende en realidad, aunque hoy en día no hablamos de metafísica. Pero en realidad es fundamental. ¿Por qué? Porque la concepción del universo de los estoicos era que el universo es perfecto. El universo está gobernado por una razón universal y todo lo que sucede tiene que suceder. Es absolutamente perfecto. Entonces digamos que es casi un fatalismo, determinismo. Todo está determinado. No puedes hacer otra cosa que lo que ya está determinado porque el universo es perfecto. No puede ser de otra manera.
De hecho el universo, fijaos que ese universo perfecto llega a un momento en que se destruye, hay una especie de gran hecatombe, colisión, se destruye el universo y vuelve a crearse de nuevo. Y se crea exactamente igual que como era la vez anterior y así una y otra vez, se vuelve a crear exactamente igual. Claro, si fuese un poquito distinto ya no sería perfecto, si a lo perfecto le quitas algo es que entonces no era perfecto. Por lo tanto, tiene que ser exactamente igual.
Y entonces ellos decían: habrá esa conflagración del cosmos y volverá a crecer el universo. Esto le gustaba mucho a Nietzsche.
A Nietzsche le encantaba esto del eterno retorno, de que las cosas volverán a ser. Por ejemplo Nietzsche dice en un momento dado: “Tú y yo aquí sentados en el porche, hablando de las eternas cosas, y esa araña que lentamente se desliza por la pared, todo esto se va a repetir una y mil veces”. Y entonces eso le parecía maravilloso. Borges, sin embargo, dijo que no veía dónde estaba el atractivo de que algo se repitiese y no recordases que se repetía. Porque resulta que no lo puedes recordar: si lo recuerdas ya es distinto, y tiene que ser exactamente igual que la otra vez. Por lo tanto, no sabes que se está repitiendo. Lo estás repitiendo sin saberlo. Hay una contradicción ahí.
¿Para qué quieres que se repita si no vas a ser consciente de que estás volviendo a ello? Eso se llama amor fati, el amor al destino, el amor a ese destino que no puedes remediar. Bueno, pues hoy en día seguramente en todo lo que habéis oído de estoicismo, de la metafísica casi no habréis oído nada. Siempre ha sido ética, ¿verdad? Sin embargo, es difícil entender muchas veces la ética sin la metafísica estoica. Voy a contar muy brevemente también… (a María) Me interrumpes cuando quieras, que yo empiezo a hablar aquí y…
MARÍA: Sí, sí, estamos fascinados, fascinados y subyugados.
DANIEL: Con Epicteto lo que sucede es que parte de la base del estoicismo, que ya estaba en los primeros estoicos, ya en Zenón de Citio. Y estaba en los cínicos. La base del estoicismo es tienes que saber distinguir lo que depende de ti y lo que no depende de ti. Dice: primero distingue lo que depende y lo que no depende de ti. Digamos, ese es el punto central absoluto y total, ¿no? Entonces, ¿qué depende de ti? Dice: dependen de ti tus opiniones, tus juicios, tus aversiones y tus deseos. Esas cosas dependen de ti. Tú puedes controlar lo que deseas, lo que opinas. ¿Y qué no depende de ti? El resto del universo, todo lo demás no depende de ti.
Dice: “Tú solamente te tienes que preocupar por lo que depende de ti, el resto es indiferente”. Y pone diversos ejemplos así que iluminan este asunto.
Por ejemplo, imagina, que vas a una fiesta… Tú tienes que saber lo que pasa en las fiestas. Alguien te va a empujar, alguien te pisará, habrá algún borracho que te tirará la copa encima, alguien se pondrá a gritar, a lo mejor te insulta uno, ¿no? No puedes evitar que en las fiestas pasen las cosas que pasan en las fiestas. Entonces, tú debes saber esto cuando vayas a la fiesta, y cuando eso suceda no debería afectarte. Y te dices: “Bueno, yo ya sabía que estas cosas pasaban en las fiestas”. Ahora bien, de mí depende cómo reacciono. De mí no depende lo que pase, pero sí depende mi reacción. Yo me lo puedo tomar enfadándome, poniéndome furioso, no conteniéndome. O diciendo: “Bueno, yo sabía que esto era lo que pasa en la fiesta, por lo tanto, no pasa nada. Tenía preparado ese sentimiento interno”. Ese es un muy buen consejo. Realmente empiezas a pensar que tú no puedes evitar que llueva o no llueva, ¿tú qué vas a hacer?, no lo puedes evitar, lloverá o no lloverá. No puedes evitar que llueva o no. Y entonces ¿por qué te vas a enfadar? Epicteto tiene muchas ideas en ese sentido y te va poniendo ejemplos que te dices a ti mismo: “Esto está realmente muy bien”. Hay consejos muy buenos, por ejemplo, hay un momento también que dice que cuando tú vas a casa de un amigo y de pronto se cae un jarro y se rompe, entonces el amigo se lamenta: “¡Ay, mi jarrón, ese jarrón, le tenía mucho cariño!”. Y tú le dices: “Tampoco es para tanto, es un un jarrón, tampoco te pongas así por un jarrón. Se ha roto, bueno, ¿y qué más da? No tiene más importancia”. Y entonces dice Epicteto: “Pues haz lo mismo cuando se te rompa a ti el jarrón”. (risas) Cuando estás con otro, te das cuenta de que no tiene importancia, así que ¿por qué le das tanta importancia tú? Esa es esta parte del estoicismo está muy bien.
Esta colección es impresionante, porque yo como librera que llevo 35 años en el tajo, os puedo asegurar que no he tenido nunca libros tan…
Ese gusto por el dolor y alergia al placer. Ahí puede estar un defecto grande de los que estoicos más estrictos que presumen de aguantarlo…
Agustín solo lo insinúa, pero hay otros autores medievales que lo dicen claramente, el logos entra por la oreja de la Virgen María.
